Las tiendas del modisto español Pedro del Hierro, se erigen esbeltas, rotundas y transparentes. La fachada es abierta dejando translucir su interior desde la calle captando la atención del viandante. La pureza de sus líneas confiere el dinamismo y la claridad que la hacen reconocible a su paso por la ciudad.

Los escaparates se abren también hacia el interior dando paso al vestíbulo en el que se desarrolla la zona de complementos con muebles diseñados a tal efecto y siempre siguiendo los mismos juegos de transparencias y opacidades. Las piezas de mobiliario exentas, de acero y vidrio, se posan suavemente, casi flotando, sobre el gris claro del pavimento. Dichas piezas generan tensión en el espacio, dotándole de un mayor dinamismo frente al resto de las estancias. Las baldas se deslizan por el muro gris mate contrastando con el satinado del acero. La pantalla de proyección focaliza la atención por su colorido y movimiento. Los muros y paneles de acero contienen fisuras profundas y oscuras de donde surgen brillantes vitrinas para exponer las piezas más delicadas.

Las tiendas inspiran elegancia en sus formas y austeridad en los detalles. La colección adquiere protagonismo contrastando su colorido con la atmósfera fría y sobria del espacio.

El volumen de la composición se divide en varios espacios que vienen marcados por la disposición de las cajas de los probadores, integradas en pórticos de menor altura, que comprimen el espacio de paso a las estancias donde se expone la colección. Los pórticos, iluminados a contraluz, producen un efecto de claroscuro que resalta su volumen articulando el espacio de forma fluida con compresiones y dilataciones.